Sonidos Limítrofes

2013

Sonidos Limítrofes

Gabriel Tagle

**Instalación sonora Galería AK-35** Esta obra busca establecer un diálogo entre las nociones de espacio público y espacio virtual al interior de la feria Persa Bulnes. Este último lugar posee condiciones específicas que lo hacen relevante e interesante para la producción artístico-crítica. Es un territorio fundacional del capitalismo tardío en Santiago, esto quiere decir que fue uno de los primeros lugares de comercio donde circularon masivamente mercancías de diversas procedencias a nivel global, pero hoy en día posee la condición de una ruina o un mercado de cachureos y baratijas al borde de la existimación, eclipsado por la estética del mall. Es en este tipo de ruinas tardomodernas donde el arte puede detenerse, observar y generar nuevas asociaciones significantes, reconfigurando la mirada sobre el espacio, las relaciones en su interior y su valor simbólico. Si bien es posible comprender este espacio bajo la noción de “resistencia”, tal como podemos apreciar en los diversos personajes y oficios que se han instalado en su interior refuncionalizando su infraestructura (tales como zapateros/as, cocineros/as, talleres mecánicos, carpinteros, maestros ebanistas, comerciantes de antigüedades, etcétera), es posible también, desde la perspectiva artística, profundizar en un rescate a nivel estético, simbólico y político que exceda la idea convencional de la recuperación histórica patrimonializante. Esta última, se juega en la monumentalización de la memoria y en la transformación de estos lugares en patrimonio muerto. Por el contrario, Sonidos Limítrofes es intervención artística que busca, por un lado, recuperar la potencia política y simbólica que sobrevive en este espacio y, por otro, persigue expandir los límites del arte hacia estos territorios de resistencia. El registro de sonido es el elemento clave de la estrategia de rescate de aquella atmósfera espectral casi inexistente en este espacio. Si bien existe una rica dimensión estética donde los colores, las imágenes, incluso los aromas y las materialidades de los objetos son posibles de resignificar desde el arte, escogimos se eligió el registro de sonido por su potencia espectral. Como ha señalado Jacques Derrida, los espectros son ese tipo de existencias que no están completamente vivas ni totalmente muertas y los medios de registro electrónicos nos abren un acceso a ese estrato del mundo. El autor francés en una famosa escena en que se interpreta a sí mismo en el filme “Ghost Dance” de Ken McMullen señala que “Yo creo que los desarrollos modernos en la tecnología y la telecomunicación en lugar de menguar el reino de los espectros, como lo hace cualquier pensamiento científico o técnico dejando atrás la época de los espectros, como parte de una era feudal con sus tecnologías algo primitivas, como una cierta era perinatal. Sin embargo, yo creo que los espectros son parte del futuro. Y que las tecnologías modernas de las imágenes, de la cinematografía y las telecomunicaciones aumenta el poder de los espectros y su habilidad para acecharnos” En este sentido, nuestro recate no busca una revitalización del lugar, como sería la lógica comercial de la estética vintage, sino, por el contrario, en la sobrevivencia de este mundo tardo moderno buscamos una posibilidad crítica, espectral, de dislocación de las temporalidades en la que acechan los espectros contra la novedad del consumo y la memorial monumental. Respecto de nuestros recursos técnicos hemos buscado establecer un equilibrio entre las posibilidades de las artes mediales y la potencia espectral del lugar. La obra busca dialogar con el espacio mismo, es decir, es una obra/espacio, un site specific, en que los estratos temporales de las tecnologías, las ruinas, el Internet y las artes mediales conviven buscando potenciarse unos a otros. Es en estos cruces de tiempos, de significados, sonidos e imágenes donde el arte pone en crisis sus propios presupuestos respecto de la innovación tecnológica y exceso de artificio inherente a lo “interactivo”. Lo obra es una instalación de 500 parlantes de 1 watt en un Audio Wall, dispuestos en 2 locales de 2x2 metros. Esos parlantes se conectaron a 2.1 canales de audio que, por medio de un amplificador y un dispositivo de 3 sensores de proximidad programados generaron interacción con el visitante/espectador y produjeron una inmersión del paseante/visitante dentro del espacio, exacerbando el territorio e invitando al transeúnte a ser partícipe de la propuesta y de su propio registro.