DE FUNCIÓN
2024 En su texto "Un punk asesinado en un cerro perdido de Concepción", Machuca (2018) reflexiona sobre el significado estético de eventos aparentemente triviales. Machuca narra la muerte de un joven punk en un incidente ocurrido en Concepción, Chile, resaltando la falta de cobertura mediática debido a la percepción de su insignificancia en comparación con otros sucesos más mediáticos, como los ajusticiamientos mapuches o la violencia policial. Machuca sostiene que, aunque no todas las noticias sean consideradas historia, ciertas narrativas mínimas pueden ser de interés estético para diversas formas de expresión artística, incluyendo las artes visuales, la literatura y el cine. La muerte del joven punk se convierte así en un punto de partida para explorar cómo los dramas personales pueden nutrir la creación artística, como en el caso de Milena Azócar, cuya obra se ve influenciada por la tragedia de perder a su pareja juvenil en aquel incidente. Además, Machuca cuestiona entre otras cosas si la enseñanza de las artes visuales está a la altura de “representar” la violencia y el dolor de la vida real, planteando un debate sobre la relación entre la experiencia personal, la formación artística y la producción de arte. A través de estas reflexiones, Machuca destaca la importancia de considerar la dimensión estética de eventos aparentemente insignificantes y la necesidad de explorar nuevas perspectivas en el arte contemporáneo (pp. 211-215). “Una cosa es sensibilizarse frente al dolor de un hecho catastrófico y otra cosa es sensibilizarse frente a la posibilidad de traducir dicho dolor bajo las ordenanzas del lenguaje estético (cuestión de equilibrio visual, contrastes entre colores, estudios sistemáticos de representaciones que incluyen figuraciones humanas, animales y fondos arquitectónicos). Se trata de un problema del arte actual que no tiene solución. Milena Azócar centra su producción visual en un hecho biográfico catastrófico. Es posible que en muchas obras desarrolladas antes de la imagen tecnológica existan testimonios de hechos personales dolorosos. No lo sabemos con certeza (son registros en épocas donde no habían tecnologías de la imagen, solo relatos sospechosos de autenticidad o representaciones ficcionales de lo real). En todo caso, no hay sistemas de producción visual que justifiquen hechos biográficos tramados por la violencia (hay obras visuales, relatos literarios, guiones cinematográficos y audiovisuales en general)”. Referencia: Machuca, G. (2018). Un punk asesinado en un cerro perdido de Concepción. En G. Machuca, Astrónomos sin estrellas: Textos acerca del arte contemporáneo en el Cono Sur (pp. 211-215). Santiago de Chile: (Ed.) Universidad de Chile. Gabriel Tagle Petrone
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Milena Azócar Ortiz de Zárate Azócar Ortiz de Zárate
UN PUNK ASESINADO EN UN CERRO PERDIDO DE CONCEPCIÓN I Hace una década, un punk de Concepción se interpuso en una balacera recibiendo un impacto fatal en el ojo. Murió en el interior de una tocata marginal de la capital de la Octava Región. El lugar - llamado Nueva Estrella-era un centro de rehabilitación de alcohólicos anónimos. El cuerpo del punk quedó tendido hasta la llegada -después de un par de horas interminables- de la PDI y la ambulancia respectiva. La prensa de la época, consignó el hecho de manera solamente regional. A quién podría importarle la muerte de un punk en un confuso incidente ocurrido en un carrete marginal y alternativo en un cerro perdido de Concepción? Después de todo, hay muertes más mediáticas: mapuches ajusticiados, mujeres martirizadas por parejas machistas, estudiantes desnucados por chorros de guanacos policiales o apaleos de carabineros sádicos. II Concluyamos lo siguiente: no toda noticia es historia; no toda historia - la oficial, preferentemente- refiere a hechos mínimos. Sin embargo, para el arte ciertas historias mínimas resultan significativas en términos estéticos. Lo insignificante suele ser significante para la literatura, el teatro, el cine, el arte y la crónica roja (lo microfísico a nivel histórico -deseos amorosos vulgares, celos psicopáticos lumpenescos, venganzas altivas cargadas de arribismo, todos menores y despreciables a nivel social y cultural- pueden servir de estímulo para retratar una épica surgida de los bajos fondos de la vida). Los bajos fondos pueden ser materia estética para nutrir el llamado arte oficial. En este sentido, existen ejemplos históricos en abundancia. III Para el arte, ciertas historias mínimas (asesinatos por celos, venganzas transversales a nivel sexual, un automovilista atropellando a un ciclista impertinente, un disparo furtivo al ojo de un punk alternativo luego de una riña entre pandillas), resultan significativas en términos estéticos. Muchos personajes elementales delincuentes, prostitutas de poca monta, pandillas urbanas- han sido convertidos en héroes ficcionales en la pluma de un Borges, un Bukowski o en la filmografía de un Scorsese o los hermanos Coen. A nivel local, existen ciertos artistas cuya biografía ha convivido con hechos de sangre. Milena Azócar es una de estas. El punk asesinado en Concepción fue su pareja juvenil; de hecho, ella estaba en el momento de su asesinato. Cuestión que ha incidido en su posterior trabajo visual, ya sea por medio del video, la performance o la cita periodística de corte amarillento. IV Milena Azócar no sólo ha desarrollado su obra a partir de ciertos hechos biográficos traumáticos (ya se dijo: el asesinato de su pareja juvenil); también los ha expandido a determinadas referencias del arte contemporáneo. Algo difícil de sostener para ciertos moralinos, en términos éticos. Cuando Picasso concibió y ejecutó su celebrado (por la izquierda mundial) Guernica en 1937, ¿representó su dolor como español o también lo sublimó en muchos bocetos de animales y personas arrasadas por la fuerza aérea de Franco y de Hitler, dejando de lado el hecho cruento para avocarse a solucionar problemas formales y estéticos? ¿Pensó en su dolor ideológico o en el placer que significaba resolver una pintura de gran formato? V Una cosa es sensibilizarse frente al dolor de un hecho catastrófico y otra cosa es sensibilizarse frente a la posibilidad de traducir dicho dolor bajo las ordenanzas del lenguaje estético (cuestión de equilibrio visual, contrastes entre colores, estudios sistemáticos de representaciones que incluyen figuraciones humanas, animales y fondos arquitectónicos). Se trata de un problema del arte actual que no tiene solución. Milena Azócar centra su producción visual en un hecho biográfico catastrófico. Es posible que en muchas obras desarrolladas antes de la imagen tecnológica existan testimonios de hechos personales dolorosos. No lo sabemos con certeza (son registros en épocas donde no habían tecnologías de la imagen, solo relatos sospechosos de autenticidad o representaciones ficcionales de lo real). En todo caso, no hay sistemas de producción visual que justifiquen hechos biográficos tramados por la violencia (hay obras visuales, relatos literarios, guiones cinematográficos y audiovisuales en general). VI Nadie puede objetar una obra surgida de un dolor privado. Si no fuese así, el arte lo desarrollarian personas carentes de toda experiencia trágica: formalistas, artistas universitarios y burócratas visuales del mercado global. Milena Azócar entiende que el lenguaje del arte es una ficción que se nutre de la biografía personal y del lenguaje heredado del arte. No podría ser de otra manera: uno combina, a nivel estético, lo que experimenta y lo que aprende en los sistemas que reproducen los saberes del arte. El problema radica en lo siguiente: la pregunta si lo que se enseña en materias artísticas está a la altura de la violencia de la vida concreta (como el asesinato de su pareja juvenil en una refriega perdida en un cerro de Concepción). VII Milena Azócar -como se dijo antes- ha ocupado su biografia personal para expandirla a un problema visual más global, más humano, susceptible de ser estetizado por medio del arte. En términos artísticos, los dramas personales y colectivos han sido representados en términos escritos o visuales. Desde el punto de vista visual, consignemos algunos de sus referentes, que Milena Azócar confiesa asumir: el hieratismo del arte egipcio o románico, un sector de la vanguardia rusa (la pintura abstracta, principalmente la de Malévich), la performance clásica y ciertos archivos de la prensa roja (en particular, los referidos a los devaneos estridentes de la cultura musical y visual del punk, la música alternativa y los rostros de seres urbanos ataviados por signos colindantes a un feísmo que pretende epatar a las personas educadas por la sociedad actual: estética bizarra a lo Prince, a lo Madonna, a lo Lady Gaga, incluso a lo Pedro Lemebel). VIII En algunas conversaciones con la artista, fuimos concluyendo que el arte chileno actual carecía de una mirada respecto a problemas exógenos a los administrados por la academia; en la mirada académica quedaban fuera temas que no iban a satisfacer las apetencias de artistas y curadores cómplices de las rutinas tediosas proyectadas por agentes culturales y académicos "de cuarta", que se encuentran principalmente preocupados por obtener becas, post grados, por recitar de memoria ciertos temas ligados a lo políticamente correcto. Citemos algunos de los temas políticamente correctos en boga: los de género, los pueblos originarios y las reivindicaciones de diversa índole (educación igualitaria, gratuidad para todos, fin de los fondos de pensiones, etcétera). IX Los actuales defensores de las ideas en boga son verdaderos gatos de campo a la hora de hacerle el juego a la educación universitaria global (en el fondo creen en las comunicaciones del mercado global que tanto desprecian): todos tienen mail, whatsapp, Facebook, Twitter; todos miran con complacencia las bondades de hacer una carrera académica publicando artículos pretendidamente científicos, indexados, o acceder a cargos a nivel gubernamental (chupando la teta sabrosa del Estado). A nivel universitario se ensañan con el demoniaco neocapitalismo. Exigen de sus alumnos una crítica despiadada del capital o del lucro. Frente a una obra como la de Milena Azócar, seguramente adoptarán el papel de un paternal sabelotodo, para quien los excesos de cierta juventud pueden, a la larga, servir de "carne de cañón" para movilizar y activar "la voz de la calle" ("defendamos aquello que escapa al sistema, siempre cuando no nos ataque a nosotros"). X La mayoría de los intelectuales culturales chilenos mira la sociedad como si fuese un receptáculo de ideas adquiridas (todos hablan de manera similar). Ideas que toman la violencia urbana como reflejo de la desigualdad social. ¿Y la crónica roja? Se trata de algo que no ha sido un tema abordado por las artes visuales. Exceptuando determinadas zonas de la memoria cultural del país analizada por la disciplina histórica, el periodismo cultural, el documental y el cine ¿Qué importa, para las artes visuales académicas, un punk asesinado en un carrete en una oscura noche de Concepción? XI Milena Azócar no cree en resucitar muertos anónimos; más allá del dolor personal, para ella sugiere un estímulo de tipo visual que puede extenderse a una poética visual general. En todo caso, los hechos biográficos traumáticos no han sido nunca obstáculos para una potente producción estética o visual. Para muestra un botón: Frank Kafka, Carlos Leppe o Joseph Beuys (más allá de sus diferencias de origen y de sus formas estéticas de expresar el daño o la mea culpa). Sin embargo, los signos del daño o del dolor no garantizan una producción estética cargada de lagrimones como se esperaría de una teleserie mexicana o venezolana. Hay signos del daño más sutiles, y por tanto, más dramáticos. XII Milena Azócar desplaza el dolor biográfico por medio de un ejercicio aséptico de los recursos visuales: nada de gritos destemplados mirando al cielo en busca de una respuesta; nada de imágenes cruentas que a la larga insensibilizan la conciencia del dolor. Aquí manda el silencio mortuorio de las geometrías regulares: cubos de mármol, pisos en blanco y negro de geometrías infinitas como tableros de ajedrés (como la asfixiante película El cubo, dirigida por Vincenzo Natali); un cuerpo sin boca (contrario a El Bosco, al Laocoonte, Munch, Bacon, Hermann Nitsch o Carlos Leppe), sin genitales y zonas erógenas evidentes. Nada más y nada menos que un cuerpo videográfico intocable, infinitamente lejano, como aquellos que han desaparecido dejando una estela de gamas sin colores. Referencia: Machuca, G. (2018). Un punk asesinado en un cerro perdido de Concepción. En G. Machuca, Astrónomos sin estrellas: Textos acerca del arte contemporáneo en el Cono Sur (pp. 211-215). Santiago de Chile: (Ed.) Universidad de Chile.